¿Qué es la semana santa?



Ayer 12 de abril de 2020 el catolicismo celebraba el llamado “domingo de resurrección”, que cierra la semana santa. Desde hace algunos años, escuchamos o leemos por estas fechas dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día alusiones o recordatorios de la semana santa, normalmente con el pretexto de que tal celebración puede ayudarnos a conducir a otras personas a contemplar los eventos de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Este año 2020 no ha sido una excepción. 

En este sentido, en 2018, también a estas alturas de año, escuché a un ministro del Evangelio hablando desde el púlpito una afirmación que jamás hasta entonces había llegado a mis oídos procedente de labios adventistas: “La semana santa no es una festividad católica, sino cristiana”. 

¿Cuál es la realidad de estos asuntos? ¿Es la semana santa una festividad cristiana, y no exclusivamente católica? Aun en el caso de que sea sólo una festividad católica, ¿podemos usarla de alguna manera para acercar a Cristo a tantas almas que no lo conocen, una vez hayan contemplado los eventos del Calvario que supuestamente se conmemoran en estas fechas? Es intención de este artículo abordar estas dos últimas preguntas, de manera que comenzaré con la primera, tratando de analizar, no sólo si es católica o cristiana, sino qué es exactamente la semana santa. 

Para ello, recordemos algo fundamental relativo a la iglesia cristiana: 

“Cristo es cabeza de la iglesia” Efesios 5:23 

Esto es algo obvio, de sobra conocido para nosotros, pero que conviene recordar aquí porque es Cristo, cabeza de la iglesia, quien debe establecer nuestras festividades. Así sucedió en los tiempos del Antiguo Testamento: 

“Habló Jehová a Moisés, diciendo: ... ‘Éstas son las fiestas solemnes de Jehová, las convocaciones santas, a las cuales convocaréis en sus tiempos’ ” Levítico 23:1,4 

Vemos que es Jehová quien determina las festividades que ha de celebrar su pueblo. En el resto de ese capítulo 23 de Levítico Él detalla esas fiestas que han de celebrar. 

Algo parecido sucede en el Nuevo Testamento, donde Jesús establece dos celebraciones que su iglesia debería observar a lo largo de la era cristiana: el lavamiento de pies (Juan 13:4,5,15) y la santa cena (Marcos 14:22-24). Leamos sobre la cena del Señor: 

“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí”. 1 Corintios 11:23-25 

Y a continuación dice: 

“Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”. 1 Corintios 11:26 

Es decir, la cena del Señor anuncia, conmemora, la muerte del Señor hasta que Él venga. Ésa y no otra es la conmemoración genuina de la muerte del Señor como sacrificio expiatorio por nuestros pecados. Cualquier conmemoración adicional o alternativa resultará, en principio, una falsificación de la conmemoración genuina instituida por el Señor. 

Encontramos en las Escrituras el caso de una festividad creada por el hombre supuestamente para Dios pero al margen de Dios: 

“Entonces instituyó Jeroboam fiesta solemne en el mes octavo, a los quince días del mes, conforme a la fiesta solemne que se celebraba en Judá; y sacrificó sobre un altar. Así hizo en Betel, ofreciendo sacrificios a los becerros que había hecho. Ordenó también en Betel sacerdotes para los lugares altos que él había fabricado. Sacrificó, pues, sobre el altar que él había hecho en Betel, a los quince días del mes octavo, el mes que él había inventado de su propio corazón; e hizo fiesta a los hijos de Israel, y subió al altar para quemar incienso”. 1 Reyes 12:32,33 

¿Obedeció Jeroboam un mandato divino al instituir esta festividad? No. La creó “de su propio corazón”. Y los versículos siguientes muestran con absoluta claridad el desagrado que esto le produjo a Dios: 

“He aquí que un varón de Dios por palabra de Jehová vino de Judá a Betel; y estando Jeroboam junto al altar para quemar incienso, aquél clamó contra el altar por palabra de Jehová y dijo: ‘Altar, altar, así ha dicho Jehová: He aquí que a la casa de David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que queman sobre ti incienso, y sobre ti quemarán huesos de hombres’. Y aquel mismo día dio una señal, diciendo: ‘Ésta es la señal de que Jehová ha hablado: he aquí que el altar se quebrará, y la ceniza que sobre él está se derramará’ ”. 1 Reyes 13:1-3 

“Y el altar se rompió, y se derramó la ceniza del altar, conforme a la señal que el varón de Dios había dado por palabra de Jehová”. 1 Reyes 13:5 

Los precedentes son claros. Dios no desea festividades creadas para Él al margen de Él. Es Él quien las define y marca. 

En el caso de la semana santa, no es Jesús quien instituye la festividad –como ya vimos, instituyó únicamente lavamiento de pies y santa cena para la era cristiana–, sino el hombre, “de su propio corazón”, como en el caso de Jeroboam. Tendrían que pasar tres siglos desde los tiempos de Jesús para llegar al Concilio de Nicea, celebrado en 325 D.C., y que establece, entre otras cosas, el cumplimiento uniforme de la fecha de la pascua como el primer domingo después de la luna llena tras el equinoccio de primavera en el hemisferio norte, y fijó el equinoccio en el 21 de marzo. Por lo tanto, la fecha varía entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Ahí se constituye la semana santa. Ésa no es la tradicional Pascua hebrea, sino el llamado domingo de resurrección. Dado que en las iglesias ortodoxas se sigue el calendario juliano, para el cual el 21 de marzo corresponde al 3 de abril según el calendario gregoriano, para estas comunidades la pascua cae entre el 4 de abril y 8 de mayo. 

¿Suena esto a cristiano? No, ¿verdad? Efectivamente, el calendario litúrgico de la iglesia romana está basado en los movimientos del sol y la luna. Pero esto está tomado de culturas paganas anteriores. Así, por ejemplo, el primer calendario romano –muy anterior al calendario solar que impuso Julio Cesar– era lunar y tomaba como referencia para comenzar el año el equinoccio de primavera. 

Pero si puede quedar alguna duda sobre esto, basta considerar la relación que hay entre la semana santa y los carnavales: Los carnavales son una fiesta de claro origen pagano, no cristiano, y tampoco tienen relación alguna con el dogma cristiano. El origen de los carnavales parece estar en una celebración babilónica en la que se nombraba rey a un reo por un día. La fiesta babilónica pasó a celebrarse también por griegos y romanos. Estos últimos la llamaban bacanales y la celebraban el 17 de marzo –con el comienzo de la primavera–. Eran fiestas en las que se bebía sin medida y se daba, parece ser, rienda suelta a los placeres carnales. Éste fue el origen de los carnavales que se celebraban en la edad media. Ésta es una fiesta pagana, pero curiosamente la fecha de celebración depende del calendario litúrgico, en concreto de la celebración de la semana santa. De hecho, el final de los carnavales marca el comienzo de la cuaresma –los 40 días previos al domingo de ramos, que es el domingo anterior al domingo de resurrección–. El primer día de la cuaresma es el miércoles de ceniza, por lo tanto el martes anterior es cuando finalizan los carnavales. 

Vayamos a las Escrituras para que nos den más luz con respecto a lo que se acordó en el Concilio de Nicea. La segunda de las siete iglesias de Apocalipsis es la iglesia de Esmirna, una iglesia perseguida y que aún conservaba un alto grado de fidelidad (Apocalipsis 2:10), y que discurre hasta 313 D.C., año en que terminan los diez años de persecuciones especialmente virulentas que comenzó el emperador romano Diocleciano sobre los cristianos. 

En ese año 313 D.C. tiene lugar el Edicto de Milán, por el cual el emperador Constantino reconoció a los cristianos libertad para reunirse y practicar su culto sin miedo a sufrir persecuciones. Y ese Edicto de Milán marca el comienzo de la siguiente de las siete iglesias de Apocalipsis, la iglesia de Pérgamo, durante la cual tiene por tanto lugar el arriba mencionado Concilio de Nicea de 325 D.C., en el que se uniformizó la celebración de la pascua como ya describimos. Veamos qué nos dicen las Escrituras de esa iglesia de Pérgamo: 

“Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás;” Apocalipsis 2:13a 

¿De dónde emanan los cambios que empezaron a surgir en la iglesia de Pérgamo, muchos de los cuales se plasmaron en el Concilio de Nicea? Del “trono de Satanás”. No podía ser de otra manera a la vista de lo que hemos estado viendo más arriba. La aceptación de los cristianos por parte del imperio romano trajo corrupción doctrinal al cristianismo. Ése fue el alto precio pagado por la presunta libertad. Doctrinas paganas –emanadas del trono de Satanás– se adentraron en la iglesia, entre ellas la adoración en el día del sol –domingo– y la ya mencionada uniformización de la celebración de la pascua. Sigamos leyendo el versículo: 

“pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás.” Apocalipsis 2:13b 

La iglesia de Pérgamo retiene el nombre de Jesucristo, profesa cristianismo, pero se está apartando de la verdad introduciendo mentira y error que sólo puede provenir de Satanás, quien es “padre de mentira” (Juan 8:44). La semana santa, introducida en la iglesia en aquella época, goza ante el mundo de la etiqueta de cristiana, pero no lo es. Es una festividad profundamente anticristiana, por mucho que utilice el adjetivo “santa” y la supuesta conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. 

Veamos algo más: 

“Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación”. Génesis 2:3 

Dios santificó el Sábado: Lo declaró santo. La Biblia no habla de ningún otro período de tiempo que sea santo salvo el séptimo día de la semana. De cada siete días, hay uno santo: el Sábado. No hay semana santa alguna. El propio nombre de la festividad es blasfemo, porque no hay tiempos santos fuera de los Sábados y porque sólo Dios puede declarar santo un tiempo, cosa que hizo en Génesis 2:3. Pero bien sabe Roma de arrogarse la potestad que sólo Dios tiene de declarar santidad. Declara santas a personas, y también a un período de tiempo: la semana santa. 

Podría decirse mucho más, pero creo que lo hasta aquí expuesto clarifica que la semana santa no es, en absoluto, una festividad cristiana. Sin embargo queda el otro interrogante: aun no siendo una festividad con origen cristiano, ¿podemos hacer un uso práctico de ella con fines evangelísticos? ¿Puede sernos de utilidad para llevar a otros a contemplar el ingente sacrificio de nuestro Señor? Una pragmática lógica humana podría concluir hipotéticamente que sí, pero vayamos a la Biblia para que sea ella quien nos responda. 

Estando Pablo y Silas en Filipos, les “salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación” (Hechos 16:16). Ese espíritu de adivinación no podía ser sino un espíritu maligno, un secuaz de Satanás. Pues bien, esto fue lo que nos relata a continuación la Biblia: 

“Ésta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: ‘Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación’ ”. Hechos 16:17 

Aquí tenemos a un demonio que, por boca de aquella infortunada muchacha, daba un mensaje que, aparentemente, era absolutamente favorable a Dios: reconocía a Pablo y Silas como “siervos del Dios Altísmo” y manifestaba en voz bien alta, audible para todos los que por allí pudieran estar pasando, que ellos anunciaban “el camino de salvación”. 

¿No era ésa una perfecta publicidad para la causa de Dios? ¿No podría una lógica pragmática concluir que, en ese caso, esa muchacha con espíritu de adivinación podría ser de utilidad para una causa más elevada? Veamos qué pensaba Pablo de todo esto: 

“Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: ‘Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora’ ”. Hechos 16:18

Al parecer Pablo no veía ninguna practicidad en que esta chica les hiciese publicidad. No podía ser de otra manera. Era el diablo el que estaba detrás de todo eso, y Pablo bien sabía que el diablo jamás ha ayudado ni jamás va a ayudar a la causa de Dios, aunque pueda parecerlo en algún caso. 

Cuando pensamos que una festividad que emana del trono de Satanás (Apocalipsis 2:13) puede ayudar en la más ínfima y remotísima manera a la causa de Dios, estamos infravalorando la astucia del diablo. Estamos pensando que somos más astutos que él y que podemos encontrar un uso bondadoso de una obra suya. Pablo sabía muy bien que Satanás jamás va a ser colaborador en la causa de Dios. La Biblia lo deja bien claro: 

“Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino? ya que decís que por Beelzebú echo yo fuera los demonios”. Lucas 11:18 

Satanás no está dividido contra sí mismo. Satanás no ayuda a Dios, sino que es su acérrimo enemigo, y nunca colabora ni va a colaborar con Él. Bien lo sabía Pablo. 

El propio Jesús se encontró en una situación muy similar a la de Pablo y Silas: 

“Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que dio voces, diciendo: ‘¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios’ ”. Marcos 1:23,24 

¿Puede imaginarse mejor publicidad –aparente– para Jesús? Ahí tenemos a un hombre gritando en la sinagoga de Capernaúm, ante toda la gente, que Jesús era “el Santo de Dios”. De nuevo podríamos concluir que ése era un apoyo perfecto para que la tozuda comunidad allí presente reconociese al Hijo de Dios. Pero Jesús no razonó de esa manera a la vista del siguiente versículo:

“Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él!” Marcos 1:25 

¿Puede quedarnos alguna duda? ¿Podemos hacer uso para nuestra causa de algo que lleva la marca del enemigo? ¿Podemos ser tan inocentes como para pensar que Satanás ha instituido algo que nosotros hábilmente podemos usar en contra suya? 

Si pensamos que podemos hacer un uso de la semana santa que celebra Roma para hablar a otros de la muerte de Jesús, también deberíamos concluir que podríamos hacer uso del domingo para hablar a otros de la resurrección de Jesús, supuestamente conmemorada por el domingo. Pero bien sabemos que el domingo realmente no conmemora eso y sí la adoración solar. Y, consecuentemente, con absoluto buen criterio, nos abstenemos de hacer uso alguno de ese falso día de reposo de Roma. Bien sabemos que el domingo no añade sino que falsifica y suplanta. 

Recordemos: 

“Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré”. 2 Corintios 6:17 

No toquemos lo inmundo. Confiemos en que nuestro gran Dios nos proporcionará muchos mejores medios que ésos que en nuestra miope visión pueden circunstancialmente parecernos útiles, pero que llevan el indeleble estigma del diablo. Si seguimos su consejo, Dios nos da su promesa: “yo os recibiré”. 

Poner el adjetivo “santa” a una cosa no la hace santa. Etiquetar algo de cristiano tampoco lo hace cristiano. Es evidente que Satanás disfraza como cristianas cosas que no lo son, y el principal ejemplo lo encontramos en la institución que celebra la semana santa. Obviar esto puede llevar a resultados catastróficos de carácter eterno: 

“Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad’ ”. Mateo 7:22,23 

Recurrir a elementos distintivos de Babilonia para intentar defender la causa de Dios no la defiende en absoluto. Dios no desea que haya elementos babilónicos entre nosotros. Acán decidió que portar un simple manto babilónico cuando entraban en Canaán (Josué 7:21) no tendría mayor importancia, pero esto le causó la ruina a él y a todo el resto del pueblo de Dios que lo acompañaba.

La Iglesia Adventista del Séptimo Día fue comisionada por Dios para predicar en este tiempo del fin el Evangelio Eterno a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo (Apocalipsis 14:6). En el Evangelio Eterno no hay cabida para nada, absolutamente nada, de Babilonia. Cualquier elemento de Babilonia lo manchará, lo corromperá y nos embriagará. El cristo que conmemora la semana santa no es el Jesucristo que murió e hizo expiación por la humanidad, sino la falsificación del diablo. Pone el énfasis en un cruel castigo físico, pero nada dice del castigo psicológico que fue para Jesús cargar con los pecados de toda la humanidad, no sólo en el Calvario sino también en el Getsemaní. Nada dice de la separación que, por nosotros, sintió de su Padre (Marcos 15:34), y por supuesto nada dice de ese glorioso “Consumado es” que pronunció Jesús antes de morir y que supuso el primer gran hito de resolución a favor de Dios del conflicto de los siglos.

Quisiera concluir con esta cita del Espíritu de Profecía: 

“Sería bueno que dedicásemos una hora de meditación cada día para repasar la vida de Cristo desde el pesebre hasta el Calvario. Debemos considerarla punto por punto, y dejar que la imaginación capte vívidamente cada escena, especialmente las finales de su vida terrenal”. Testimonios para la iglesia, tomo 4, pp. 367,368 

Vemos que el Espíritu Santo nos invita a meditar en esas escenas alrededor de la Cruz del Calvario todos y cada uno de los días de nuestra vida. No lo limitemos a una semana. 

Autor: Fernando Arenales Aliste
Fecha: 13 de abril de 2020
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