Resurrección especial
Los sepulcros se abren, y “muchos de los que duermen en el
polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza
y confusión perpetua” (Dan. 12:2). Todos los que murieron en la fe del mensaje
del tercer ángel salen glorificados de la tumba, para oír el pacto de paz que
Dios hace con los que guardaron su Ley. “Los que le traspasaron” (Apoc. 1:7),
los que se mofaron y se rieron de la agonía de Cristo, y los enemigos más
acérrimos de su verdad y de su pueblo, son resucitados para mirarlo en su
gloria, para ver el honor con que serán recompensados los fieles y obedientes.
Jesús desciende en poder y gloria
Pronto aparece en el este una pequeña nube negra, de un
tamaño como la mitad de la palma de la mano. Es la nube que envuelve al
Salvador y que a la distancia parece rodeada de oscuridad. El pueblo de Dios
sabe que es la señal del Hijo del Hombre. En silencio solemne la contemplan
mientras va acercándose a la Tierra, volviéndose más luminosa y más gloriosa
hasta convertirse en una gran nube blanca, cuya base es como fuego consumidor,
y sobre ella el arcoíris del Pacto. Jesús marcha al frente como un gran
conquistador...
“¡Despertaos, los que dormís, y levantaos!”
Los preciosos muertos, desde Adán hasta el último santo que
fallezca, oirán la voz del Hijo de Dios y saldrán del sepulcro para tener vida
inmortal.
De las profundidades a las elevadas alturas
Me explayo con placer en la resurrección de los justos,
quienes saldrán de todas partes de la Tierra, de las cavernas rocosas, de los
calabozos, de las cuevas de la Tierra, de la profundidad de las aguas. Nadie es
pasado por alto. Todos oirán su voz. Se levantarán con triunfo y victoria.
Los impíos son muertos
A la venida de Cristo, los impíos serán borrados de la
superficie de la Tierra, consumidos por el espíritu de su boca y destruidos por
el resplandor de su gloria. Cristo lleva a su pueblo a la ciudad de Dios, y la
Tierra queda privada de sus habitantes.
La gloria de su rostro, que es vida para los justos, será
fuego consumidor para los impíos.
Un acto de misericordia
¿Podrían acaso aquellos cuyos corazones están llenos de odio
hacia Dios, la verdad y la santidad alternar con los ejércitos celestiales y
unirse a sus cantos de alabanza? ¿Podrían soportar la gloria de Dios y del
Cordero?... La suerte de los malos queda determinada por la propia elección de
ellos. Su exclusión del Cielo es un acto de su propia voluntad, y un acto de
justicia y misericordia por parte de Dios.
¡Rumbo al hogar!
Los justos vivos son mudados “en un momento, en un abrir y
cerrar de ojos” (1 Cor. 15:52). A la voz de Dios fueron glorificados; ahora son
hechos inmortales, y juntamente con los santos resucitados son arrebatados para
recibir a Cristo su Señor en los aires.
¡Oh, cuán glorioso será verlo y recibir la bienvenida como sus
redimidos! Largo tiempo hemos aguardado; pero nuestra esperanza no debe
debilitarse. Si tan solo podemos ver al Rey en su hermosura, seremos
bienaventurados para siempre. Me siento inducida a clamar con gran voz: “¡Vamos
rumbo a la patria!”
Los ángeles cantan: “¡Cristo ha vencido!”
Con amor inexpresable, Jesús admite a sus fieles “en el gozo
de su Señor”. El Salvador se regocija al ver en el Reino de gloria a las almas
que fueron salvadas por su agonía y humillación.
Cristo contemplará su recompensa en los resultados de su obra,
en esa gran multitud que nadie podrá contar, presentada “sin mancha delante de
su gloria con gran alegría” (Jud. 24). Aquel cuya sangre nos ha redimido y cuya
vida ha sido para nosotros una enseñanza, “verá el fruto de la aflicción de su
alma, y quedará satisfecho” (Isa. 53:11).
Los santos reciben coronas y arpas
En el cielo no habrá ningún salvado con una corona sin
estrellas. Si entran allí, habrá algún alma en las cortes de gloria que ha
entrado por intermedio de ustedes.
Delante de la multitud de los redimidos se encuentra la Ciudad
Santa. Jesús abre ampliamente las puertas de perla, y entran por ellas las
naciones que guardaron la verdad.
Un don del Señor
Cristo, solo Cristo y su justicia obtendrán para nosotros un
pasaporte para el cielo. El corazón orgulloso lucha para ganar la salvación;
pero tanto nuestro derecho al cielo como nuestra idoneidad para él se hallan en
la justicia de Cristo.
Gloria indescriptible
No me es posible describir las maravillas que vi. ¡Oh, si yo
supiera el idioma de Canaán! ¡Entonces podría contar algo de la gloria del
mundo mejor!
El lenguaje humano no alcanza a describir la recompensa de
los justos. Solo la conocerán quienes la contemplen. Ninguna inteligencia
limitada puede comprender la gloria del paraíso de Dios.
Si pudiéramos tener aunque fuera un vistazo de la Ciudad
Celestial, nunca desearíamos morar nuevamente en la Tierra.
Arroyos, colinas y árboles
En aquellas pacíficas llanuras, al borde de aquellas corrientes
vivas, es donde el pueblo de Dios que por tanto tiempo anduvo peregrino y
errante encontrará un hogar.
Flores, frutas y animales
Vi una mesa de plata pura, de muchos kilómetros de longitud,
y sin embargo nuestra vista la abarcaba toda. Vi el fruto del árbol de la vida,
el maná, almendras, higos, granadas, uvas y muchas otras especies de frutas. Le
rogué a Jesús que me permitiera comer del fruto.
El vigor de la eterna juventud
Todos salen de sus tumbas de igual estatura que cuando en
ellas fueran depositados. Adán, que se encuentra entre la multitud resucitada,
es de soberbia altura y formas majestuosas, de porte poco inferior al del Hijo
de Dios. Presenta un contraste notable con los hombres de las generaciones posteriores;
en este respecto, se nota la gran degeneración de la raza humana. Pero todos se
levantan con la lozanía y el vigor de la eterna juventud... Reintegrados en su
derecho al árbol de la vida, en el desde tanto tiempo perdido Edén, los
redimidos crecerán hasta alcanzar la estatura perfecta de la raza humana en su
gloria primitiva. El cielo es todo salud.
Se reserva la identidad de los redimidos
La resurrección de Cristo fue una figura de la resurrección final
de todos los que duermen en él. El semblante del Salvador resucitado, sus
modales y su habla eran familiares para sus discípulos. Así como Jesús resucitó
de los muertos, así han de resucitar los que duermen en él. Conoceremos a
nuestros amigos como los discípulos conocieron a Jesús. Pudieron haber estado
deformados, enfermos o desfigurados en esta vida mortal, y levantarse con
perfecta salud y simetría; sin embargo, en el cuerpo glorificado, su identidad
será perfectamente conservada.
El gozo de ver a nuestra familia en el cielo
El mayor don de Dios es Cristo, cuya vida es nuestra, pues
fue dada por nosotros. Él murió por nosotros y fue resucitado por nosotros,
para que nosotros nos levantemos de la tumba para estar en la gloriosa compañía
de los ángeles del cielo, para encontrarnos con nuestros amados y para
reconocer sus rostros, porque la semejanza a Cristo no destruye la propia
imagen de los redimidos, sino que la transforma a la gloriosa imagen del Salvador.
Cada santo que tenga aquí relaciones de familia reconocerá a cada uno allá.
Tributo a las madres fieles
Los ángeles de Dios inmortalizan los nombres de las madres
cuyos esfuerzos han ganado a sus hijos para Jesucristo.
No hay tentaciones ni pecado
Ningún árbol del conocimiento del bien y del mal ofrecerá
oportunidad a la tentación. No hay allí tentador ni posibilidad de injusticia.
Compañerismo con los ángeles y los fieles de todas las edades
Todo redimido comprenderá la obra de los ángeles en su
propia vida. De qué peligros, vistos o no vistos, hayamos sido salvados por la
intervención de los ángeles, no lo sabremos nunca hasta que a la luz de la
eternidad veamos las providencias de Dios.
Cánticos majestuosos y melodiosos
Habrá allí música y canto tales como, salvo en las visiones
de Dios, ningún mortal ha oído ni concebido mente alguna...
El canto que cantarán los redimidos, el canto de su
experiencia, declarará la gloria de Dios: “¡Grandes y maravillosas son tus
obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los
santos! ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre?, pues solo tú
eres santo” (Apoc. 15:3, 4).
Explorando los tesoros del universo
Todos los tesoros del universo serán abiertos al estudio de
los hijos de Dios. Entraremos con inefable deleite en el gozo y en la sabiduría
de los seres no caídos. Compartiremos los tesoros ganados durante siglos y
siglos pasados en la contemplación de la obra de Dios.
Se explican las perplejidades de la vida
Entonces serán aclaradas todas las perplejidades de la vida.
Donde a nosotros nos pareció ver solo confusión y desilusión, propósitos
quebrantados y planes desbaratados, se verá un propósito grandioso, dominante,
victorioso, y una armonía divina.
Allí Jesús nos guiará junto a la corriente viva que fluye
del Trono de Dios y nos explicará las oscuras providencias a través de las
cuales nos condujo en esta Tierra con el fin de perfeccionar nuestros
caracteres.
Nuestra alegría aumentará continuamente
Y, a medida que los años de la eternidad transcurran,
traerán consigo revelaciones más ricas y aún más gloriosas respecto de Dios y
de Cristo. Así como el conocimiento es progresivo, así también el amor, la
reverencia y la dicha irán en aumento. Cuanto más sepan los hombres acerca de
Dios, tanto más admirarán su carácter. A medida que Jesús les descubra la
riqueza de la redención y los hechos asombrosos del gran conflicto con Satanás,
los corazones de los redimidos se estremecerán con gratitud siempre más ferviente,
y con arrebatadora alegría tocarán sus arpas de oro; y miríadas de miríadas y
millares de millares de voces se unirán para engrosar el potente coro de
alabanza.
Queda siempre un infinito más allá
Allí se desarrollará toda facultad y toda aptitud aumentará.
Se impulsarán las mayores empresas, se lograrán las más elevadas aspiraciones y
se realizarán las mayores ambiciones. Y aún se levantarán nuevas alturas a las
cuales llegar, nuevas maravillas que admirar, nuevas verdades que comprender,
nuevos objetos que despertarán las facultades del cuerpo, la mente y el alma.
Dios es amor
El gran conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni
pecadores. Todo el universo está purificado. La misma pulsación de armonía y de
gozo late en toda la Creación. De aquel que todo lo creó manan vida, luz y
contentamiento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más
imperceptible hasta el mundo más vasto, todas las cosas, animadas e inanimadas,
declaran, en su belleza sin mácula y en júbilo perfecto, que Dios es amor.
Oración
Oremos para que el regreso de Cristo sea la mayor esperanza en
nuestro corazón. Todos los días.
Autora: Ellen G. White
Extracto de: Eventos de los últimos días
Fuente: www.adventistas.org/10dias
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