Preocupación por el futuro
El momento actual es de
interés abrumador para todos los que viven. Los gobernantes y los estadistas,
los hombres que ocupan puestos de confianza y autoridad, los hombres y las
mujeres pensadores de todas las clases, tienen la atención fija en los acontecimientos
que se producen alrededor de nosotros. Observan las relaciones que existen
entre las naciones. Observan la intensidad que se apodera de todo elemento
terrenal, y reconocen que algo grande y decisivo está por acontecer, que el
mundo se encuentra en vísperas de una crisis espectacular.
Las calamidades en tierra y
mar, la inestabilidad social, las amenazas de guerra, como portentosos
presagios, anuncian la proximidad de acontecimientos de la mayor gravedad. Las
agencias del mal se coligan y acrecen sus fuerzas para la gran crisis final.
Grandes cambios están a punto de producirse en el mundo, y los movimientos finales
serán rápidos.
Vendrán tiempos difíciles
El tiempo de angustia, que irá
en aumento hasta el fin, está a las puertas. No tenemos tiempo que perder. El
mundo está agitado con el espíritu de guerra. Las profecías del capítulo 11 de
Daniel casi han alcanzado su cumplimiento final.
El tiempo de angustia
–angustia como no ha habido desde que hubo nación [Dan. 12:1]– es inminente, y
nos encontramos como las vírgenes dormidas. Debemos despertar y pedirle al
Señor Jesús que nos sostenga con sus brazos eternos y nos lleve a través del
tiempo de prueba que está ante nosotros.
El mundo se está volviendo más
y más anárquico. Pronto una gran angustia sobrecogerá a las naciones, una
angustia que no cesará hasta que Jesús venga.
Estamos en vísperas del tiempo
de angustia y nos esperan dificultades apenas sospechadas.
Nos hallamos en el mismo
umbral de la crisis de los siglos. En rápida sucesión, se seguirán unos a otros
los castigos de Dios: incendios e inundaciones, terremotos, guerras y
derramamiento de sangre. Tiempos tormentosos están delante de nosotros, pero no
profiramos una palabra de descreimiento o desánimo.
Avisos de Dios
Dios advirtió siempre a los hombres
acerca de los juicios que iban a caer sobre ellos. Los que tuvieron fe en su
mensaje para su tiempo y actuaron de acuerdo con ella, en obediencia a sus
mandamientos, escaparon a los juicios que cayeron sobre los desobedientes e
incrédulos.
A Noé fueron dirigidas estas
palabras: “Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo
delante de mí”. Noé obedeció, y se salvó. Este mensaje llegó a Lot: “Levantaos,
salid de este lugar; porque Jehová va a destruir esta ciudad” (Gén. 7:1;
19:14). Lot se puso bajo la custodia de los mensajeros celestiales, y se salvó.
Así también, los discípulos de Cristo fueron advertidos acerca de la
destrucción de Jerusalén. Los que se fijaron en la señal de la ruina inminente
y huyeron de la ciudad escaparon de la destrucción. Así también ahora, hemos
sido advertidos acerca de la segunda venida de Cristo y de la destrucción que
ha de sobrecoger al mundo. Los que presten atención a la advertencia se
salvarán.
Lo que podemos esperar
Antes de su crucifixión, el
Salvador había predicho a sus discípulos que iba a ser muerto y que resucitaría
del sepulcro, y hubo ángeles presentes para grabar esas palabras en las mentes
y en los corazones (Mar. 8:31, 32; 9:31; 10:32-34). Pero los discípulos esperaban
la liberación política del yugo romano y no podían tolerar la idea de que aquel
en quien todas sus esperanzas estaban concentradas fuese a sufrir una muerte
ignominiosa. Desterraron de su mente las palabras que necesitaban recordar, y
cuando llegó el momento de prueba los encontró sin la debida preparación. La
muerte de Jesús destruyó sus esperanzas igual que si no se las hubiese
predicho.
Así
también, las profecías nos anuncian el porvenir con la misma claridad con que
Cristo predijo su propia muerte a los discípulos. Los acontecimientos
relacionados con el fin del tiempo de gracia y la preparación para el tiempo de
angustia han sido presentados con claridad. Pero, hay miles de personas que comprenden
estas importantes verdades de modo tan incompleto como si nunca hubiesen sido
reveladas.
Profecías que exigen atención
Deberíamos estudiar los
grandes hitos que señalan los tiempos en que vivimos.
Quienes se coloquen bajo el
control divino para ser guiados por el Señor se darán cuenta del firme curso de
los acontecimientos ordenados por él.
Debemos ver en la historia el
cumplimiento de la profecía, para estudiar las operaciones de la Providencia en
los grandes movimientos de reforma, y para comprender el progreso de los
eventos en el ordenamiento de las naciones para el conflicto final de la gran
controversia.
La importancia de los libros de Daniel y Apocalipsis
Se necesita un estudio mucho
más detenido de la Palabra de Dios; especialmente Daniel y el Apocalipsis deben
recibir atención como nunca antes... La luz que Daniel recibió de Dios fue dada
especialmente para estos postreros días.
Leamos y estudiemos el
capítulo 12 de Daniel. Es una advertencia que todos necesitaremos comprender
antes del tiempo del fin.
El último libro del Nuevo
Testamento está lleno de verdades que necesitamos entender.
Pronto se cumplirán las
predicciones incumplidas del Apocalipsis. Ahora el pueblo de Dios debe estudiar
con diligencia esta profecía y entenderla claramente. No encubre la verdad; nos
advierte con claridad, diciéndonos lo que sucederá en el futuro.
Los solemnes mensajes que en
el Apocalipsis se dieron en su orden deben ocupar el primer lugar en el
pensamiento de los hijos de Dios.
Mantener la perspectiva correcta
No estamos ahora en
condiciones de describir con exactitud las escenas que ocurrirán en nuestro mundo
en el futuro, pero sí sabemos que este es un tiempo cuando debemos velar y
orar, porque el gran Día del Señor está cercano.
Muchos apartarán su mirada muy
lejos de los deberes actuales, del actual consuelo y de las presentes
bendiciones, y pedirán prestadas dificultades para la crisis futura. Esto
significará fabricar un tiempo de angustia anticipado; y no recibiremos gracia
para ninguna de esas pruebas anticipadas.
Oración:
Oremos pidiendo fuerzas a Dios, para que la última crisis de la Tierra no nos encuentre desmotivados, sino confiados en el Señor.
Autora: Ellen G. White
Extracto de: Eventos de los últimos días
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