Pastor: ¿Puede un cristiano ir
a ver el carnaval? ¿Aunque sea por diversión? ¿Sólo mirar, no participar
bailando? ¿Podemos los cristianos? Estas son algunas de las preguntas que me
han hecho llegar a través de las redes sociales.
En relación a participar del
Carnaval: Creo que la respuesta es obvia, yo creo que NO debemos. Ahora bien,
van a venir los críticos que me van a decir: “Pastor, no seamos tan
puritanos.”, “Pastor, es parte de la cultura.”, “Hoy todo el mundo lo hace” y
los argumentos pueden seguir.
Soy cristiano y soy pastor,
entonces mi opinión va a tener que ver con mi cosmovisión basada en mi creencia
en que la Biblia es la Palabra de Dios. Entonces, vamos a ver el consejo que
tiene Dios a través de la Biblia.
Primeramente, no voy a
justificar y ni hablar de la historia, el desarrollo o la diseminación de esta
“festividad” pagana, que posteriormente, en este sincretismo religioso en el
cual este mundo nos coloca muchas religiones han adoptado como una “fiesta”
ingenua donde sólo se dedica un tiempo para el esparcimiento y la alegría en
familia. Si quieres saber sobre la historia y las opiniones en relación al
origen de esta festividad, te sugiero que vayas a Wikipedia o Google y ahí
podrás leer bastante sobre este asunto.
Vamos al punto. ¿Qué es el
Carnaval hoy? Una fiesta donde abunda la sensualidad y el erotismo. (A través
de los disfraces y los atuendos de hombres y mujeres que bailan semidesnudos).
En segundo lugar, excesos (de droga, alcohol y sexo “libre”). En tercer lugar
“descontrol” (yo hago lo que se me antoja con quien quiero y como quiero,
porque mi vida es mía y mi cuerpo es mío).
Creo que estos tres asuntos
que acabo de colocar son completamente contrarios al llamado que Dios le hace a
sus hijos. “Sean Santos” (Lev.20:7).
Mira lo que dice el libro de
Romanos capítulo 8, desde el versículo 5 en adelante:
“Los que viven sin controlar
sus malos deseos, sólo piensan en hacer lo malo. Pero los que viven obedeciendo
al Espíritu Santo sólo piensan en hacer lo que desea el Espíritu. Si vivimos
pensando en todo lo malo que nuestros cuerpos desean, entonces quedaremos
separados de Dios. Pero si pensamos sólo en lo que desea el Espíritu Santo,
entonces tendremos vida eterna y paz. Los que no controlan sus malos deseos
solo piensan en hacer lo malo. Son enemigos de Dios, porque no quieren ni
pueden obedecer la ley de Dios.” (Romanos 8:5-8 -TLA).
Creo que queda claro, ¿no? El
sensualismo y el erotismo del Carnaval (no solo del carnaval, películas,
series, revistas, GAMEs etc…) despiertan nuestros deseos y pasiones que nos
llevan a vivir conforme a nuestra naturaleza pecaminosa. O sea a profundizar
nuestra vida de pecado. Esto nos lleva a bajar la guardia y a entrar en los
excesos, de diferentes tipos, que nos impiden tener fuerza de voluntad para
decir NO a las cosas de este mundo y así ser fieles a la voluntad de Dios.
Finalmente decir. Cuando
Cristo entra en nuestra vida, Él es nuestro dueño, ya nos somos de nosotros
mismos, porque ahora, nuestro cuerpo es templo (habitación) del Espíritu Santo
(1 Corintios 6:19). Quien deja que Cristo viva en su vida no permite que el
diablo tenga lugar en sus pensamientos, acciones o deseos. Dios nos llama a ser
sus hijos y como hijos debemos andar en SANTIDAD. (1 Pedro 1:16).
Entonces, ¿participamos o no
del Carnaval? Creo que es claro, ni de casa por televisión como un
entretenimiento folklórico o cultural. Ni en un Sambodromo, o en las calles
de tu ciudad; ni en ningún otro lugar. Como cristianos no podemos, ni debemos
negociar nuestra santidad (aplicable para todos los aspectos de la vida).
¿Qué dices tú? ¿Es claro Dios
con lo que quiere de ti?
Dios está llamando a una
generación de santos que abandonen los deseos y las pasiones de este mundo,
para vivir un vida conforme al carácter de Dios. ¿Crees que puedes aceptar este
desafío? ¿Crees que puedes ser parte de la generación de valientes que dicen
SOY DE JESÚS?
Oro para que Dios nos dé
fuerzas para andar en su voluntad y en santidad. Piensa en esto y comparte con
tus amigos este mensaje.
Un súper abrazo cibernético.
Autor: Jorge Rampogna
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