¿Unidad a cualquier coste?

La unidad es el nuevo eslogan en los círculos religiosos. Mediante el movimiento carismático y los esfuerzos del Vaticano, las denominaciones protestantes están dejando de lado sus diferencias y centrándose en la conformidad más bien que en las firmes doctrinas.

Estamos viviendo en un tiempo sin precedentes en el que se está llegando a una conformidad en el pensamiento religioso. El movimiento hacia la unidad (o ecumenismo) ha ido en aumento a lo largo del siglo XX.

Mediante el movimiento carismático y los esfuerzos del Vaticano, las denominaciones protestantes están dejando de lado sus diferencias y se están centrando en los puntos comunes más bien que en las doctrinas. Argumentan que todos sirven al mismo Dios, y que la tolerancia hacia los diferentes puntos de vista es un ingrediente esencial para la paz.

Como resultado, el ecumenismo está al orden del día. El Concilio Mundial de Iglesias define el ecumenismo de la siguiente manera: “La palabra oikoumene, de la cual deriva el término ‘ecuménico’, significa ‘toda la tierra habitada’… En el uso moderno, la palabra abarca la unidad de toda la creación de Dios y reconoce cada búsqueda humana como sujeto al ministerio de sanidad del Espíritu de Cristo.”

Es bien sabido que las personas tienen una dimensión espiritual, pero todas las religiones, independientemente de lo que crean, son vistas como una, es decir, como una mezcla heterogénea de opciones espirituales para llenar las necesidades espirituales de la persona.

Sin embargo, existe una fricción natural, ya que cada religión importante ve las cosas de manera diferente. Por ejemplo, Jesús es Dios en la religión cristiana, mientras que en el Islam y el budismo Jesús es sólo un buen hombre o un profeta. El judaísmo rechaza las afirmaciones de Jesús de ser el Mesías, y la doctrina de la Nueva Era dice que Él está aquí en la tierra ahora, y ha hecho varias apariciones a lo largo de la historia. ¿Es Jesús el único Dios?

Los cristianos también sostienen diferencias doctrinales basadas ​​en sus confesiones. Sin embargo, las diferencias entre las denominaciones se minimizan y sólo se discuten los puntos comunes. La pregunta de “¿Por qué hay tantas denominaciones?” parece dar a entender que no hay necesidad de denominaciones en absoluto, que todos somos una gran familia cristiana.

Es cierto que los que creen en Cristo, sin importar la denominación, son hijos de un mismo Padre y hermanos y hermanas en Cristo. Y es cierto que las diferencias en la doctrina no pueden y no deben impedir que los cristianos oren juntos, se ayuden unos a otros y se amen unos a otros. Pero también es verdad que la Palabra debe ser la guía para todos los cristianos.

Cualquier diferencia en la doctrina debe ser llevada ante la Palabra de Dios para su examen con una mente abierta, para que la Palabra, y la Palabra sola, dicte nuestras creencias doctrinales. Esta es la unidad que Cristo quiere para sus seguidores. Nunca quiso decir que podíamos creer lo que quisiéramos sobre una doctrina en particular, porque el mismo Cristo citó la Palabra y vivió por ella.

La confusión entre las denominaciones cristianas explica por qué los ateos y los agnósticos ven a la religión, y especialmente el cristianismo, como una muleta espiritual. Parece que cada persona interpreta la Palabra para adaptarse a su fantasía, y que la verdad no está disponible, que es inalcanzable y quizás incluso inexistente. La verdad llega a ser relativa para cada perspectiva personal y experiencias.

Traducción:
Equipo Tocad Trompeta

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